Destacada

El valor de la vida

Toda persona tenemos un valor inherente, intrínseco e inviolable, sólo por el hecho de ser, que no depende de ninguna otra consideración, a lo que llamamos dignidad

Por Padre Jorge Estrella

Poco a poco hemos sido testigos de la difusión de una mentalidad de muerte a nivel cultural que, pienso yo, va condicionando el juicio prudente. Tal es el caso de una mentalidad antinatalista que va favoreciendo cualquier motivación para el aborto.

Dentro de esta mentalidad, pienso que hoy se nos condiciona a focalizarnos exclusivamente, a que aborto es igual a libertad de la mamá a decidir sobre su cuerpo, dejando de lado, la realidad y las mil posibilidades de la persona que está por nacer. Y es claro que, ambas posturas deben ir necesariamente de la mano, pues cada persona nace de una mamá, y, aunque a fin de cuentas son ellas las que tienen la última decisión, es la vida lo primero en la secuencia de hechos.

Desde una postura de la vida y la salud, menciono que la Iglesia, desde sus inicios, ha defendido y apostado por el valor de la vida y el respeto absoluto que merece toda existencia, desde el mismo momento de la concepción. Ya el profeta Jeremías mencionaba: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado (Jer 1,5); y uno de los documentos cristianos más antiguos de la Iglesia: no matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido (Didajé, siglo II)

Y es que toda persona tenemos un valor inherente, intrínseco e inviolable, sólo por el hecho de ser, que no depende de ninguna otra consideración, a lo que llamamos dignidad. Además, el cristianismo reconoce la vida humana como un don divino y la tiene como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios… (Catecismo de la Iglesia Católica no. 2258).

Así, por ello, considera al aborto una falta grave que provoca un daño irreparable a la víctima inocente, a los padres y a toda la sociedad en general. No por ello, se pretende restringir el ámbito de la misericordia, tanto divina como humana, sino al contrario, pues la Iglesia acompaña para sanar nuestras heridas y restablecer nuestras relaciones.

En el tema de la vida naciente, la relación que enfrentan madre e hijo se mira llena de adversidades. Al mirarse asimismo en momentos límites de la vida, en medio de dificultades económicas, familiares, desesperanzadas, sin un proyecto familiar, entre miles de situaciones más, es complicado tomar decisiones. Y es ahí donde está la responsabilidad de todos por acompañar y crear sensibilización social. El buen cristiano conoce el verdadero sentido de una caridad que sea integral.

Por último, desde la Evangelium Vitae, menciono que nos hace falta asumir un nuevo estilo de vida que se manifieste en poner la primacía del ser sobre el tener, que pase de la indiferencia al interés por el otro y del rechazo a su acogida; y en pos de la vida, promover sí, un nuevo feminismo que, sin caer en la tentación de seguir modelos machistas, sepa reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino en todas las manifestaciones de la convivencia ciudadana, trabajando por la superación de toda forma de discriminación, de violencia y de explotación.

 

*Jorge Estrella. Sacerdote, Coordinador Pastoral de la Salud en Arquidiócesis de Hermosillo.