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La doctora Erika Sosa y los dictados del corazón  

Especialista en cardiología pediátrica, la originaria de Oaxaca introdujo en Sonora el tamiz cardiológico, poniendo al estado a la vanguardia, y ahora lucha para que el procedimiento sea adoptado por la salud pública

Por Imanol Caneyada

Dedicarse a tiempo completo al corazón, en el caso de la doctora Erika Flor Sosa Cruz, no se trata de un ejercicio poético, sino de una actividad científica que la ha convertido en una de las más destacadas cardiólogas pediátricas del país, una especialidad en la que no abundan las mujeres pero que poco a poco, nos dice, su presencia es cada vez mayor.

Hace ocho años, recién terminada la subespecialidad en cardiología, llegó a Sonora siguiendo los dictados de su corazón, es decir, a su esposo, un muy renombrado cirujano pediatra. Pronto, a pesar de su condición de mujer, joven y foránea, asumió la jefatura de los Servicios de Cardiología Pediátrica en el Hospital Infantil del Estado de Sonora.

La doctora Sosa hace hincapié en estos tres aspectos porque tuvo que enfrentar varios obstáculos y oposiciones a causa de ellos. No era habitual que una mujer asumiera esa responsabilidad; más si esa mujer venía de afuera, pero sobre todo, si esa mujer era además muy joven para los cánones del puesto.

Igual cumplió con la encomienda de forma sobresaliente e inició, además, una lucha que espera pronto dé resultados: la inclusión en el sistema público de salud del tamiz cardiológico, un procedimiento obligatorio en Europa y Estados Unidos pero que en México únicamente tres hospitales lo tienen, dos de ellos en Sonora gracias a los esfuerzos de Erika Sosa: el CIMA en Hermosillo y el Centro Médico de Nogales.

El tamiz cardiológico, nos explica, se trata de un procedimiento mediante el cual se detectan cardiopatías congénitas críticas en el recién nacido, el cual se aplica a las 24 horas del nacimiento. Ello permite evitar la muerte súbita o tratar con tiempo enfermedades del corazón que a la larga podrían ser fatales.

La incidencia de las cardiopatías congénitas en el nacimiento es de casi el 1% y representan el 24% de las causas de muerte infantil por defecto de nacimiento.

Según la especialista, el hecho de que este procedimiento no sea común en México no es por su costo, ya que no resulta muy caro (en promedio cuatrocientos pesos por cada diez niños), sino por el desconocimiento que existe en la materia.

En la actualidad, Erika Sosa ya convenció al Congreso local de que legisle al respecto y el actual secretario de Salud, el doctor Gilberto Ungson, se ha mostrado muy receptivo para que el tamiz cardiológico se introduzca en el sistema público de salud.

La cardióloga pediatra es una mujer que no sabe rendirse ante la adversidad. En 2015 fue el único médico mexicano invitado mediante beca a Salzburgo, Austria, en donde fue capacitada en la práctica de este procedimiento por los mejores especialistas del mundo.

Esta tenacidad la aprendió en su natal Oaxaca gracias a los ejemplos de sus padres y de su abuelo materno, una figura que ha significado mucho en su vida, nos confiesa.

Creció entre batas blancas, su padre es médico y su madre, la única mujer de su  generación en graduarse en Ingeniería química en la Universidad Autónoma Benito Juárez. Ello, gracias al impulso dedicado del abuelo de Erika, quien alentó a su hija a prepararse y a estudiar, a pesar de pertenecer a una generación que no acostumbraba a hacerlo.

Erika, siguiendo los pasos de su madre, fue la primera mujer en la UABJ en ocupar una consejería estudiantil. Hasta entonces, nos cuenta, siempre había sido cosa de hombres, pero ella decidió presentar su candidatura y, para sorpresa de todo el mundo, no sólo ganó, sino que arrasó.

Su tiempo como estudiante de medicina lo repartió entre los libros, el deporte (practicó el taekwondo) y la danza folclórica en el ballet universitario, con el que recorrió buena parte del país bailando la Guelaguetza.

Doce años después de iniciar sus estudios en medicina en su natal Oaxaca, concluyó la subespecialidad en cardiología pediátrica en el Instituto Nacional de Pediatría, una de las instituciones más prestigiosas del país.

Tiene un hijo de seis años que la respalda en su carrera, asegura la doctora, y que le dice que se vaya tranquila cada vez que tiene que emprender un viaje debido a su profesión. Su esposo, colega y compañero, es la confirmación de que al lado de una gran mujer suele haber un gran hombre, pues ha sido el primero en alentarla en su desarrollo profesional.

La doctora Erika, cuando debe ausentarse por largos periodos por los requerimientos de su profesión, lo hace con la tranquilidad de que su marido y su suegra, una mujer de mentalidad tradicional que se ha adaptado a los nuevos tiempos, cuidarán de su niño.

Llegó de Oaxaca siguiendo los dictados de su corazón hace ocho años, desde entonces ha velado por los corazones de los niños sonorenses.